El mapa a continuación muestra nuestro recorrido, en color naranja, desde cuando salimos de ciudad Guatemala, pasamos Los Encuentros y llegamos al mirador de Chichicastenango.
Luego, en color turquesa, el recorrido desde dicho mirador, atravesando Santa Cruz Del Quiché, hasta el puente sobre río Negro, donde al otro lado del mismo encontramos el desvío hacia el camino de terracería, en color rojo, que nos llevó hasta el nacimiento del río San Juan, en Aguacatán. Esta ruta se ve a la perfección en google maps.
Las líneas de puntos en color negro y en color turquesa señalan las alternativas viales que podíamos tomar, haciendo la circunvalación mencionada en cada caso, y que finalmente no recorrimos.
La ruta en verde claro corresponde al periplo entre dicho nacimiento del río, Chiantla, el mirador Dieguez Olaverri, la laguna Magdalena y el retorno sobre el mismo, para llegar nuevamente a Chiantla, donde en ese momento, recordemos, el reloj marcaba casi las 16:20 y nuestros estómagos reclamaban con furia engullir alimento formal alguno. Almuerzo.
La ruta verde oscuro, con el desvío en rojo, que luego vuelve a la CA-1, en verde oscuro, es la que a continuación intento describir.
A pesar del férreo reclamo gastronómico, el fervor religioso, aunque más la estratégica ubicación de la Parroquia de Nuestra señora de Candelaria, justo en el medio del trayecto, nos obligó a detenernos frente a ella e ingresar a conocer y venerar a la virgen de Chiantla, como se conoce a la imagen de cerca de 2 metros de alto, con capa y atavíos repujados en ancestral y bruñida plata extraída en la misma zona, allá por los siglos XVII y XVIII.
Al momento de salir de la iglesia, el parque de Chiantla, ubicado justo al lado, con sus bancas, fuente y sencillos jardines, invitó a ser recorrido, con la magnífica sorpresa de que justo sobre la otra calle, paralela, surgía de manera inesperada un rótulo rezando: restaurante. Se imaginan entonces. Sí, justo ello: pasta a la bolognesa con pan con ajo. Reponer energías con la ingesta de carbohidratos resultaba esencial.
Ahí, a la mesa, finalmente ella y yo relajamos nuestros cuerpos y los pensamientos, pues como reza el dicho, a barriga llena, corazón contento. Además, sendas tazas de café y pastelillos como complemento, máxime que celebrábamos el cumpleaños de mi parte femenina, propiciaron finalmente algún taciturno letargo al ritmo del ocaso que finalmente permitía a los, "oh azules, altos montes" Cuchumatanes fundirse en la oscuridad nocturna del universo.
El hospedaje previo reservado se encontraba a no más de quince minutos de distancia, según indicaban los instrumentos digitales, por lo que anticipadamente dábamos por finalizada la faena, por fortuna, con todo éxito. Reincorporándonos lentamente entonces, despacio, caminamos tomados de la cintura uno al otro en dirección al auto para ese postrer y pequeño trayecto.
Durante el mismo resulto imposible no comentar acerca de la limpieza que hemos observado a lo largo. Aunque de manera principal, en los caminos dentro del área rural. Nuestras áreas urbanas, principalmente sobre la costa hacia el pacífico, nos degradan. O quizá solo muestran nuestra irresponsabilidad, haciéndonos justicia. No sé.
Buenas noches.
Buenos días!!! Ya amaneció. Ánimo!!!
Ella quiere ir a Chiantla nuevamente; específicamente, visitar a la virgen otra vez. Quiere dar gracias por ese otro año suyo de florescencia. Y claro, para allá nos dirigimos. Yo también estoy agradecido.
El periplo es similar al del día anterior, aunque con más solemnidad y más minutos en comunión, principalmente consigo mismo, dado que toda fuerza superior, aunque inmensa, solo puede tener cabida dentro de cada quien. En mi caso, dentro de mí.
En las dos ocasiones frente a la virgen, he visto fieles antes, durante y después de nuestra estancia ahí. Siempre los hay. El fervor religioso aún es profundo en nuestros pueblos. Por fortuna. Pues de una u otra manera inculca respeto.
Una vez afuera, pocos metros abajo del atrio, sendo rótulo alegórico al municipio y algunas damas en un evento social proporcionaban un toque en do la si sol al entorno.
Dado lo grato de la cena el día anterior en el restaurante de las inmediaciones, decidimos tomar el desayuno en el mismo lugar.
Luego, al filo de las 9 con 30 de la mañana, enfilamos de regreso hacia la ciudad de Huehuetenango. Nuestro objetivo entonces: el parque central y sus rededores, aunque de manera especial: su mercado municipal. Sí, los mercados reflejan de genuina manera la auténtica cultura de los pueblos.
La fotografía al lado muestra el edificio de la municipalidad en tanto la inferior, la catedral. Como ven, estaba cerrada.
El mercado, aunque exquisito, también se extiende hacia afuera de su edificio mismo, como suele suceder en la mayoría de pueblos del país, ante lo pequeño que ahora resultan tales edificaciones. De tal, entramos y salimos de él sin percatarnos siquiera del momento preciso; sin embargo, resultó en el festín que habíamos anticipado. Principalmente en cuanto a frutas y verduras.
Sí. Duraznos, fresas, tunas, naranjas, cerezas, perotes, peras y demás, aunque también hierbas de toda la gama de aromas y sabores conocidos y desconocidos se esparcen a diestra y siniestra entre canastos de mimbre y simples mantas sobre el suelo por las calles aledañas, mezclándose con las ventas de ropa, cds, casettes, plantas medicinales y tanto más.
¿A cómo los duraznos? A 50 centavos los pequeños y a quetzal los grandes. ¿Y las fresas? La bolsa de 2 libras a 5. Bien, llevaré 10 duraznos de a 50 centavos y una bolsa de fresa. 10 quetzales. Gracias. Hasta luego.
Huehuetenango posee muchísimos recursos naturales que lo convierten en visita obligada para el turista, sin duda alguna; sin embargo, debido al conflicto armado interno, durante muchísimo tiempo su principal atractivo turístico para el mundo se limitó a la ciudad maya de Zaculeu, máxime que la misma se encuentra al igual que Chiantla, dentro del mismo vecindario, por así decir.
De tal, una vez hemos cargado con las compras en el mercado, nos dirigimos al estacionamiento donde previo dejamos el auto y nos dirigimos a Zaculeu.
En 2012 realicé el periplo necesario de 5 días caminando entre la selva de Petén para conocer la ciudad maya de El Mirador, en el norte del país, aventura que narro en el libro: "Así Conquistamos El Mirador, la ciudad maya", por lo que el ámbito arqueológico no me es ajeno ni indiferente.
Luego de casi 1 hora recorriendo los cerca de 40 mil metros cuadrados que albergan las 9 o 10 edificaciones prehispanas y el museo, nos despedimos de la ciudad de Huehuetenango.
Hemos concluido que es toda otra ciudad con el salvajismo de las zonas urbanas. Centros comerciales, transportes que van y vienen, gente, mucha gente, universidades, bocinas, semáforos, policías, prisas y demás. Toda otra jungla inerte que solo cobra vida ante la actividad comercial.
Estando ubicado Zaculeu en el lado oeste de la ciudad, y la salida sobre la CA-1 hacia el este, debemos atravesar por completo todo el centro de Huehuetenango, lo que se nos dificulta ante la ausencia de ayuda digital en ese momento. Finalmente, con las indicaciones de vecinos, lo logramos. En ese instante son las 11 horas con 20 minutos.
Ahora mismo estamos emprendiendo el regreso a ciudad Guatemala, aunque como anticipé, lo hacemos a través de la carretera CA-1 o Interamericana, la cual se nos ha advertido previo, presenta algunos inconvenientes en su cinta asfáltica. Ya veremos.
Y es que dependiendo de cuánto tiempo nos roben dichos inconvenientes, decidiremos en su momento si nos desviamos en Pologuá hacia izquierda de la carretera, sobre otro camino de terracería para conocer Momostenango y sus ancestrales riscos.
La imagen refleja que no tuvimos inconveniente.
De hecho, luego de alguna precaución en la conducción ante las advertencias, comprobamos que el camino estaba en buen estado, y salvo dos pequeñas paradas de 5 y 10 minutos, pues algo estaban reparando, continuamos con nuestro viaje, y justo en Pologúa nos desviamos.
Tal como nos sucedió en el anterior cruce y camino de terracería para llegar al nacimiento del río San Juan, ahora también una pareja de vecinos a la que pedimos indicaciones nos pide llevarlos. Ellos también se dirigen a nuestro destino: los riscos de Momostenango.
Así las cosas, en un periplo entre bosque y hortalizas, con agradable conversación a bordo, llegamos a Momostenango.
Lamentablemente, celebraban su fiesta patronal, Santiago, aunque poco tarde, pero bueno, es su asunto. Y digo lamentablemente porque la procesión que en ese momento circulaba en calles y avenidas del pueblo obstaculizaba el tránsito y generaba congestionamiento y muchedumbre, lo que nos impedía circular con tranquilidad. El lado bueno fue que calles y avenidas hacia los riscos, los cuales se encuentran también dentro del mismo vecindario, estaban por completo habilitadas, por lo que de inmediato nuestros pasajeros nos guiaron y llegamos al destino.
Mi reloj marcaba justo las 13 horas con 15 minutos. La una y cuarto de la tarde.
En realidad, el sitio no ofrece más nada que los riscos, y estando dichos ubicados ahora dentro de área urbana, pues no se puede disfrutar siquiera de algún esparcimiento o comodidad, como antaño, según contaba mi padre, cuando hizo el periplo, allá por 1960. Vivarachos 60 años atrás. De tal, tomamos las fotografías de rigor y, huala, para afuera.
Tomamos ahora rumbo a San Francisco El Alto, sobre otro camino con asfalto que de manera paulatina se interna serpenteando sobre la cola, o el principio, de la sierra de Las Minas. Nos conduce hacia otro de nuestros destinos previo acordados: uno de los pocos bosques con que aún contamos en Guatemala. El reconocido bosque de Totonicapán.
Este se extiende por cerca de 80 kilómetros cuadrados a lo largo de dicha sierra, sin embargo, eso es poquísimo en realidad para los 108 mil kilómetros cuadrados del país y los 17 millones de habitantes que probablemente tenemos, pero más aún, considerando que es, amén de los pocos, uno de los más grandes. Superado solo por otro sobre la misma sierra de las Minas, aunque a inmediaciones de Izabal y Baja Verapáz.
La fotografía solo refleja el tamaño de los pinos cercanos, más no la densidad que el bosque llega a adquirir en determinado momento, sin embargo, reitero, la reforestación del país a nivel nacional es un tarea pendiente de todos los guatemaltecos.
Debemos hacerlo, sea de manera conjunta o individual, con o sin apoyo del gobierno, pues al fin de cuentas es para nuestra propia sobrevivencia; de tal suerte, todos debemos aportar nuestro grano, principalmente sobre los lomos de montaña, donde se forman los bosques nubosos que alimentan los manantiales.
Finalmente, nuestro periplo por conocer esa región del occidente del país terminará una vez recorramos el mencionado pueblo de San Francisco El Alto.
Este posee singular atractivo, más allá de por su actividad comercial, por la voluptuosidad de dicha actividad; Sí, sin duda, millonaria; así también, por lo sinuoso y accidentado de su territorio, ya que se encuentra asentado justo sobre una empinada colina, misma sobre la que el pueblo se ha ido recostando y desparramando a través de los años conforme a su crecimiento.
Sus confecciones, justo para su frío clima, según se observa en sus cientos de vitrinas, escaparates y exhibiciones comerciales, son por demás llamativas y conquistadoras. A la altura de las más cosmopolitas ciudades.
Al recorrerlo de principio a fin, desde arriba hacia abajo, finalmente nos encontramos otra vez sobre la carretera Interamericana, la CA-1, la cual abandonamos kilómetros atrás, en Pologuá, cuando nos internamos en este recorrido por Momostenango y San Francisco El Alto, del cual ahora salimos, y que en el mapa anterior está marcado en color rojo.
Finalmente, vamos rumbo a Guatemala sobre la comodidad de los dos carriles en cada sentido de la CA-1. En una hora y media aproximadamente estaremos en Los Encuentros otra vez, y recorreremos entonces nuevamente la ruta anaranjada, misma que el día de ayer nos trajo desde ciudad Guatemala. Hoy, nos lleva a ella. Aunque para ello debemos pasar Chimaltenango.
Es hora de almorzar. Buen provecho!!!
Entre tanto, os anticipo que el siguiente periplo será al cimarrón y aledaños. Aún no sé cuándo, pero sin duda, lo tendrán.